Los alumnos no son los únicos que deben aprender: las escuelas tienen que ser comunidades de aprendizaje también para los profesores.
Es difícil cambiar creencias y prácticas de larga data. Incluso para las escuelas a las que les va bien es un desafío. Luego, el mejoramiento puede ser una labor monumental para las escuelas pobres y vulnerables. Éstas tienen que superar obstáculos enormes, puesto que a menudo están ubicadas en áreas de bajos recursos, por lo que los desafíos económicos, sociales y culturales pueden ser gigantescos. Algunos países las califican de bajo rendimiento o deficientes, con lo que desmoralizan a los profesores y disminuyen la motivación.
A veces se acusa a las escuelas de ser la causa fundamental del fracaso de los niños, a pesar de una firme evidencia del vínculo que hay entre logros escasos y clase social baja. La publicación de los resultados de pruebas y las políticas escogidas también significa que los alumnos de escuelas de bajo rendimiento a menudo se trasladan a aquellas de rendimiento superior, aumentando el problema. Pero existen escuelas eficientes en áreas de escasos recursos. Por lo tanto, ¿qué se puede hacer?
Se pueden encontrar soluciones tanto dentro como fuera de las escuelas. Al interior, sabemos que el liderazgo eficiente es una característica de todas las escuelas que mejoran. Los líderes con una visión clara de éxito y un foco firme, decididos en mejorar la enseñanza y el aprendizaje constituyen una diferencia. Se necesita un liderazgo más jerárquico en las escuelas vulnerables y hay que desarrollar relaciones de confianza. Una vez que las escuelas empiezan a mejorar, el liderazgo se puede extender, involucrando a más colegas. Desarrollar altas expectativas es crítico para contrarrestar una creencia demasiado común en las escuelas menos eficientes, que es: "Estos niños no pueden lograr mucho".
El observar los datos de los avances de los distintos grupos de estudiantes ayuda a las escuelas a identificar a los estudiantes luchadores y los aspectos del aprendizaje que necesitan mejorarse. Dirigir un foco hacia los "triunfos rápidos", los cambios fáciles, puede ser un buen lugar para empezar, tal como mejorar el ambiente físico. Asegurar que existan prácticas básicas de enseñanza también es vital. Un sinnúmero de jóvenes encuentra que la escuela es ajena a sus vidas. Hay que escuchar sus opiniones claramente cuando se consideren los esfuerzos de mejoramiento. El hecho de dar a los estudiantes una voz en su aprendizaje es más probable que atraiga a aquellos jóvenes desligados y permita que el currículum y las estrategias de enseñanza sean adecuados para sus necesidades.
Los alumnos no son los únicos que tienen que aprender: las escuelas tienen que ser comunidades de aprendizaje también para los profesores. Los educadores necesitan oportunidades para colaborar, para aprender juntos e investigar conjuntamente cómo pueden mejorar su práctica de enseñanza. Involucrar a los padres y mostrarles cómo pueden ayudar a sus hijos a estudiar en casa es también crítico en las escuelas vulnerables, aun cuando llegar a los padres sea difícil. Personas ajenas a la escuela, investigadores o consejeros universitarios, pueden ofrecer un apoyo externo valioso también y otras escuelas pueden proporcionar asistencia y ampliar las oportunidades de los profesores para que aprendan de colegas.
Las escuelas vulnerables necesitan condiciones de políticas nacionales y locales. Las políticas de diversos países no producen cambios profundos. Existe poca evidencia de que si se da a las escuelas que mejoran recompensas económicas, cambie la enseñanza. No se ha encontrado que sea efectivo hacer que las escuelas poco exitosas produzcan planes de mejoramiento con ayuda o supervisión de los distritos locales. Las propuestas de apoyo combinan características que se sabe influyen en el éxito de las escuelas: redes que reúnen a grupos de escuelas con dificultades para que trabajen en forma colectiva y entregar "amigos críticos", que las apoyan, pero también las desafían. Hay que crear confianza entre todos los socios y las intervenciones se tienen que hacer a la medida de las necesidades de las escuelas.
Son mayores las probabilidades de que las políticas para mejorar las escuelas tengan éxito si se conectan con otras políticas sociales y de salud. Las escuelas vulnerables necesitan estrategias de apoyo coordinadas y de múltiples entidades. Son esenciales las políticas asociadas y formas eficientes de trabajar en conjunto.
No olvidemos aquellas escuelas complacientes con sí mismas de comunidades de mejor condición económica donde los estudiantes tienen avances insuficientes. Ellas también son "pobres" y necesitan un llamado "de alerta" serio para que se den cuenta de que no están cumpliendo con sus alumnos.
Fuente: El Mercurio
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