Libro entrega consejos para un buen uso de la tecnología con sus hijos

La gran desconexión postula desde la edad para el primer celular hasta cómo usar redes sociales.

Las nuevas tecnologías no sólo están cambiado la forma en que nos comunicamos, sino que la vida diaria de los niños, las escuelas y sobre todo las familias. Y no poner atención a eso, puede generar problemas en nuestros hijos.
Eso es lo que plantea la sicóloga clínica de la Universidad de Harvard, Catherine Steiner-Adair en su nuevo libro “La gran desconexión: protegiendo las relaciones de la infancia y la familia en la era digital”, donde entrega una serie de soluciones y reflexiones sobre los límites que hay que poner para lograr su buen uso y convertir a los gadgets en aliados.
1 La etapa sin pantallas
Da lo mismo si la carátula dice que es un programa especial para guaguas. Hay consenso científico sobre que antes de los dos años los niños no debieran ser expuestos a pantallas, pues afectan su desarrollo cerebral. El cerebro dobla su tamaño en el primer año, alcanzando el 70% del tamaño que tendrá de adulto y el 85% a los dos años. Para que ese proceso sea óptimo, los niños necesitan estimulación, y ésta no debe provenir de una pantalla, sino de la interacción con otros. “Si dejas al cerebro hacer sólo lo que le gusta -por ejemplo, juegos repetitivos en la pantalla-, entonces ese desbalance también puede entorpecer el cerebro por el resto de la vida”, agrega a La Tercera Catherine Steiner-Adair, autora del libro.
Lo mismo piensa la sicóloga de desarrollo, JoAnn Deak, entrevista por la autora. “El cerebro fue diseñado para desarrollarse en todas las áreas a través de las interacciones humanas y el juego, y al poner a los niños frente a las pantallas, estamos cambiando sus cerebros”, dice.
De hecho, está comprobado que la forma más efectiva de que un niño aprenda el lenguaje es por interacción con las personas, especialmente su madre: las áreas del cerebro relacionadas con el desarrollo del lenguaje se encienden cuando ella está presente y le habla al niño.
2 Primer celular
“No hay razón para que los niños tengan un smartphone en la escuela primaria”, dice Steiner-Adair.
Aunque la edad para darles su primer smartphone debe ser discutida en familia, lo ideal es que no sea antes de los 10 años. La razón: antes de esa edad, los niños pueden exponerse -a través del celular- a imágenes que no están preparados para ver o a bullying por redes sociales que no sabrán cómo enfrentar.
De acuerdo a la experta, la mejor edad para el primer smartphone es entre los 14 y 16 años, aunque asegura que la clave no está sólo en la edad, sino en los acuerdos familiares sobre el uso de tecnología y que ésta sea entregada gradualmente. “Es bueno partir de menos a más. Primero con simples teléfonos flip (con teclado) y uso limitado de llamados. Luego les puedes agregar mensajes de texto o cámaras fotográficas”, dice. Sea como sea, los padres siempre deben preguntarse si efectivamente su hijo necesita eso y para qué.
3 Tecnología como apoyo
“El otro día leí que hay más niños de cuatro años que saben cómo bajar una aplicación que atar sus zapatos”, dice una de las madres entrevistadas para la investigación. Su frase es confirmada por profesores que, entrevistados por Steiner-Adair, afirman que comparados con los niños de hace una década, los de hoy hacen juegos cada vez más repetitivos, no inventan grandes historias y se limitan a imitar lo que los videojuegos muestran.
¿Qué hacer si están acostumbrados a las pantallas? Una buena idea es usar la tecnología como un complemento. Por ejemplo, involucrarlos en un juego manual, pero buscar en una tableta ideas de la construcción que harán. “El juego es el mejor fertilizante para el crecimiento de los niños”, dice.
También es importante no pasarles los dispositivos cada vez que están solos para que no se aburran. Un niño en edad preescolar o de básica debe aprender a jugar solo con elementos simples, ya que es la mejor forma para desarrollar al máximo su imaginación.
En niños más grandes, dependiendo de cómo se use la tecnología, ésta también puede ser un gran complemento de nuevas ideas. La experta cita el ejemplo de dos primos cuyos padres decidieron controlar de diferente manera el acceso a la tecnología. El primero, que casi no tiene acceso a la conexión, está escribiendo un libro a mano, mientras que el otro está desarrollando un juego para el computador.
4 Edad para redes sociales
Según las normas de Facebook, la edad mínima para crear un perfil es 13 años. Pero como no hay manera de controlar que eso ocurra, millones de niños menores tienen una cuenta en esa red.
El problema es cuando los padres les ayudan a mentir sobre la edad o les crean ellos las cuentas a sus hijos, algo cada vez más común. “Cuando los padres mienten y configuran cuentas para sus hijos en Facebook, les enseñan que está bien romper las reglas y que, de alguna manera, no tienen por qué seguirlas. No es bueno como modelo de roles en la vida real o en línea”, indica.
Los padres siempre deben saber las contraseñas de sus hijos, independientemente de su edad, y hacerles saber qué tienen permitido hacer o no en ese sitio. Así como que tienen el derecho de hacer revisiones al azar para asegurarse de que están en control y seguridad. “Es mejor ser directos que espiar”, dice.
Aunque para niños que tienen menos habilidades sociales estar conectado con otros puede ser beneficioso, el problema con las redes sociales es que permiten un sinfín de identidades. Dentro de los niños y adolescentes entrevistados por Steiner-Adair había quienes se inventaban una nueva personalidad como quienes sacaban lo peor de sí para dañar a otros. “Pierden la empatía y habilidades cruciales para la vida. Mientras más usan el texto para comunicarse, menos oportunidades tienen de desarrollar habilidades básicas para relacionarse cara a cara y juntarse con otros. Mientras menos practican la interacción cara a cara sobre cosas del día a día, comunicar ideas y sentimientos en persona, menos listos están para relaciones emocionales en forma más compleja”, explica.
5 Un privilegio
El uso de celulares, consolas, computadores y tabletas debe ser limitado durante el día, y para que esas normas funcionen y se cumplen, ese límite debe ser acordado y ojalá escrito en una suerte de contrato que esté a la vista y que todos acepten.
Si el niño cruza la línea, debe haber algún tipo de consecuencia. “Se trata de herramientas que se pueden usar con seguridad o que pueden ser peligrosas (acoso cibernético o dar información personal a desconocidos) y por eso los usos deben limitarse”, dice.
Otro punto importante es que los hijos creen que tienen derecho a un teléfono o tableta. “Usted debe recordarles que es un privilegio contar con estas herramientas y que, por lo mismo, pueden ganarse o perderse”.

Fuente: La Tercera

Comentarios